Hacía casi diez años que la revista de mi centro había desaparecido y mis chicos de 2º de ESO han conseguido resucitarla.
Todo comenzó con una actividad de clase, «Portadas de cuento», en la que usamos Publisher para maquetar una primera página de periódico formada por noticias obtenidos de cuentos populares. A partir de ahí, entre todos pensamos en la posibilidad de dar un paso más y comenzar un proyecto un poco más ambicioso, una revista de la clase. Se creó un equipo redactor formado por cinco alumnos (después se amplió) y empezamos a reunirnos en los recreos para decidir qué queríamos hacer y cómo lo organizábamos. A partir de un documento de Google docs, realizamos una lluvia de ideas en la que surgió expandir el proyecto a todo el centro.
El caso es que, tras varios meses de insistencia, publicidad y trabajo, pudimos implicar a buena parte del centro y varios profesores y alumnos de todos los niveles de la ESO colaboraron con sus aportaciones.
Y no sólo eso, sino que, gracias a los profesores y alumnos del Proyecto Comenius, pudimos obtener una dotación económica que nos ha permitido realizar una tirada en papel. Así pues, dos proyectos unidos, profesores trabajando juntos, alumnos de todos los cursos aportando artículos, mis chicos siendo redactores, editores y maquetadores… Todo ello ha permitido revivir un elemento fundamental en un centro educativo: la revista escolar.
Todo el trabajo habría merecido la pena sólo por el hecho de ver la cara de ilusión de los chicos y chicas al ver publicados sus artículos. 

El sábado fui a recoger un premio. El trofeo era una peonza (de bronce, la más bonita de las tres según @jlgl). Y la vida sigue, aunque no exactamente igual. He ganado un premio, sí (¡qué tremenda ilusión!), pero la experiencia ha ido mucho más allá. 
Lo primero, y ante todo, el reencuentro con algunos de mis preferidos ya desvirtualizados en Maneras de leer y las charlas, aunque breves, con mis queridos Kuentistas.Todo empezó nada más llegar. A la primera que me encuentro, a mi queridísima @SilviaGongo. Nos sentamos y, por fin, desvirtualizo a mi compi premiada @CarlotaBloom con la que pude compartir una charla en el café. Allí también me encontré con @pephernandez, con el que tengo comprometido hacer alguna cosilla para el curso próximo. Después, en la comida, pude conocer a Inma (@ibarren) o @diegoredondo13. Y también pude hacer gala de mi despiste crónico y de mi inexperiencia en estas lides: muchas caras conocidas que se mezclaban en mi cabeza a través de mi TL y yo sin atreverme a decir nada a nadie por si metía la pata. De hecho, hablé en varias ocasiones con @gorkafm y, hasta el día siguiente, no me di cuenta de quién era realmente (lo siento, Gorka) Y, cuando quise saludar a @Isabel_Ruiz, ya no estaba (siempre nos quedará Twitter). También pude conocer a @educandoando, mi última kuentista en desvistualizar aunque, en esta ocasión, fue ella la que no me reconoció (esto de desvirtualizar no es tan fácil como parece).
Y aún hay más. Me conmovió el ambiente de libertad, de ilusión por mejorar las cosas, de intentar conseguir una verdadera escuela del siglo XXI, libre y pública y de hablar sin tapujos, los que yo tengo (miento, tenía) a la hora de decir lo que pensaba sobre algunas cosas. Rafael Robles, con su charla, ha hecho que me afiance en mi manera de pensar y defienda que no hay que tener miedo a «perder el tiempo» en clase, que prefiero evaluar sin exámenes, que los alumnos no son enemigos, todo lo contrario, que… ¿por qué no usar el móvil en clase?…
Y ¡qué júbilo al escuchar los discursos y sentirse identificado con cada una de las palabras pronunciadas!: allí no era el «rarito de los ordenadores» o el único que le robaba tiempo a la familia por intentar sacarle más partido a cada nueva aplicación. 
Bueno, tampoco quiero parecerme a esos concursantes de Gran Hermano que se sienten inexplicablemente unidos a sus compañeros de encierro tras un par de días de convivencia pero, tras menos tiempo aún, he comprobado que una nueva escuela puede renacer o que, al menos, la ilusión por nuestra parte no decaerá.
Por eso, aunque me he llevado un premio en forma de trofeo, ese premio significa mucho más porque me he llevado mucho más. 
¡Ah! y no puedo olvidar la cara de mi pequeñajo al montar en avión por primera vez o la ilusión que le hizo guardar la peonza de su papá durante todo el día.
Dejo ahora un pase de imágenes del fin de semana. Algunas de ellas se las «he robado» a Pep Hernández (gracias, Pep).