Muchas veces me pregunto si escuchamos lo suficiente a nuestro alumnado. Siempre hablamos de proyectos, tareas, actividades, formas de enfocar unos contenidos, pero en raras ocasiones les consultamos a nuestros alumnos y alumnas de una manera seria. En el mejor de los casos, les preguntamos qué les ha parecido tal o cuál actividad, les hacemos rellenar decenas de cuestionarios de los que no obtienen el feedback o no tienen que ver con sus intereses, o deben escribir sus impresiones del trimestre en la hoja de preevaluación. Esto es siempre mejor que aquella parte del profesorado que ni siquiera se plantea la posibilidad de que su alumnado pueda opinar, que se siente amenazado y que cualquier crítica se la toma como una ofensa personal. 
El profesorado es el que tiene que programar, debe organizar y acompañar en el aprendizaje y, en ocasiones, dirigir ese aprendizaje cuando se produce cualquier desviación, pero la opinión razonada y bien planteada del alumnado debe ser una parte importante a la hora de preparar nuestras clases. 
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Learning analytics o analíticas del aprendizaje, según la primera conferencia de Learning analytics y and knowledge de 2011(LAK) se definen como  «la medición, recopilación, análisis y presentación de datos sobre los aprendices y sus contextos, a efectos de entender y optimizar el aprendizaje y el entorno en que se produce«. Es decir, el uso de datos educativos, el buen uso, se entiende, puede ser beneficioso para mejorar el aprendizaje.
Yo ya había usado las analíticas del aprendizaje y no tenía ni idea hasta hace poco. De hecho, todo docente las ha usado alguna vez sin ser consciente, pues usamos datos de nuestro alumnado a todas horas para intentar mejorar su aprendizaje: faltas de asistencia, días sin tarea, notas numéricas, porcentajes de aprobados y suspensos… El problema es que esos datos no son analizados con el suficiente rigor y se recogen sin un criterio claro o, peor aún, en un sentido negativo o pernicioso. Un ejemplo personal: el equipo directivo de mi centro hace unas estadísticas pormenorizadas de los resultados de cada evaluación (como ocurre en muchos otros centros), pero además, se hace una comparativa retrospectiva de los últimos cursos escolares. A este trabajo se le podría sacar mucho más partido si se tomara como punto de partida para tomar decisiones de mejora y si, por supuesto, se incluyera un apartado sobre la opinión del alumnado. Tras la última evaluación, estos resultados sirvieron para que hubiera una protesta por el elevado número de aprobados en nuestro Departamento de Lengua. Ejemplo claro de análisis sesgado de los datos. Nadie se ha preguntado (en positivo) por qué tenemos el 100% de aprobados en varios cursos, qué metodología se emplea, qué peso tiene el examen en nuestra programación…
Tras esta divagación, quería exponer cómo conjugo la toma en consideración de la opinión de mi alumnado con las analíticas del aprendizaje para mejorar mi práctica docente. Tras cada evaluación, propongo un cuestionario. Sí, un simple cuestionario y otro más para la colección que han rellenado mis alumnos y alumnas a lo largo de su vida en el instituto. Pero mi alumnado sabe que este pulsa directamente su opinión, sabe que comentaremos sus respuestas y, lo más importante, intento transmitirles que su opinión es valiosa y se tendrá en cuenta. 
Herramientas como los Formularios de Google o los Forms de Office nos ofrecen variados tipos de preguntas cuyas respuestas pueden descargarse en formato Excel o directamente un resumen con gráficos. Estos últimos son muy valiosos para las preguntas que pretenden una valoración en forma de escala de diferentes tipos, mientras que la hoja de cálculo recoge todas las respuestas de tipo texto
¿Y qué he aprendido yo tras esta primera evaluación? 
  • Que el alumnado está satisfecho con el desarrollo de las clases y casi el 100% quiere continuar con el modelo.
  • Que debo afinar más en la evaluación del trabajo en equipo.
  • Que debo mejorar la calidad de audio y la duración de los vídeos de los contenidos que usamos para la clase invertida.
  • Que, aunque funciona bien, debemos pulir más la coordinación de nuestra docencia compartida en 4º de ESO.
  • Que hay que seguir aprendiendo, siempre hay que cuestionarse nuestra práctica docente.
Aquí os dejo el resultado del formulario por si a alguien le sirve de modelo.