Está claro que la IA está avanzando a pasos agigantados e inundando todos los ámbitos de la vida, los negocios, el día a día, y, por supuesto la educación.

Más allá del debate en su regulación y en su uso abusivo, lo que queda muy claro es que es una herramienta muy potente que puede ahorra mucho tiempo y trabajo a alumnado y profesorado si se usa con ética y sentido común.

Qué recuerdos me trae el concepto de «curación de contenidos», traducción directa del content curation anglosajón. Quienes hace años ya construimos nuestro PLE teníamos la estrategia de «curación» bastante bien establecida. Cara contenido interesante que se compartía en el claustro virtual o que encontrábamos de manera aleatoria y casual tras perseguir en nuestro buscador de confianza aquel recurso esencial para nuestro proyecto, lo guardábamos como oro en paño. Para ello, ya teníamos las herramientas digitales «ad hoc», alguna ya en desuso como Digo o List.ly, otras aún vigentes como Symbaloo, Pocket o Raindrop.

No hace falta insistir mucho más en que este final de curso no ha tenido alma. Las herramientas informáticas han permitido salvar el final (más o menos), pero ha sido un curso para olvidar.

¿Os suena esto que nos pasa a todos los y las docentes, sobre todo, estos días?

Desde hace varios cursos, en el IES Santa Cristina de Lena (bueno, desde las asignaturas de Plástica y Lengua) emprendemos la aventura de poner en marcha proyectos que traspasen las paredes de un aula concreta y de una materia concreta.

En nuestras clase de Lengua y Literatura, lo normal es no hacer mucho caso a la literatura de finales del siglo XX